Disclaimer: como ya todos saben, los personajes le pertenecen a la gran Stephanie Meyer, pero la historia es mía… espero les guste ^^. ¡Nos leemos abajo!.



EL RESCATE

La amistad no se agradece, se corresponde... pero hay algunos q abusan.
Imelda R. H.


Estaba en medio del mejor de los sueños que había tenido en años ¡pero claro! al parecer no puedo tener un momento de placer ni siquiera dormida. Había sido levantada bruscamente por el sonido de mi celular…

- Maldición Edward, estas no son horas de llamar, ¿no tienes a alguien más a quién fastidiar? – no podría creerlo, era la una de la mañana, ¿acaso no tenía una cita o algo que hacer?

- Hola, cariño, yo también te estaba extrañando… - dijo de forma sarcástica

- ¡Oh, ya veo!, ¿quieres que te rescate de otra chica hueca con complejo de obsesiva? – y ahí iba de nuevo, pensar que esto ya se me estaba convirtiendo en una rutina…

- Por favor Bella, te prometo que será la última vez. No sabía a quién más llamar, Emmet se fue con una morena espectacular y me dejó con esta golfa que no deja de hablar de gatos y de no se qué más mierda… por favor sálvame, ¡es espantosa!… si quieres te llevo a comer mañana pero… - decía palabra tras palabra atropelladamente…

- Espera, espera ¿tú y él no tenían una cita con ese par de gemelas de la facultad de administración?, ¿dónde diablos se supone que estás? – ya estaba comenzando a perder la paciencia, si por algo no me casaba ni tenía hijos, era simplemente porque no lo necesitaba. Para qué buscar eso si tenia a un par de niños de 23 años a los que tenía que cuidar y ¡gratis!.

- Sí, sí… eso era en la tarde, no te imaginas lo buenas que…

- ¡Basta!, es demasiada información para mí

- Bueno, tú te lo pierdes – rodé los ojos tras esto, tarde o temprano me terminarían contando de su pequeña aventura… ¿acaso los hombres no entienden que hay cosas que las mujeres preferimos ignorar? – después de dejar a las gemelas se nos antojó unos tragos y bueno, fuimos a la inauguración del club de Tyler a la que reaciamente te negaste a ir… ¿lo recuerdas?.

- Sí…

- Bien, comenzamos a tomar cuando estas tipas se nos acercaron. Te juro por lo que más quieras que hoy no tenía ganas de ligar con ninguna otra chica más y mucho menos con ésta, ya estaba algo más que cansado después de…de lo de la tarde. Después de unos tragos, Emmet se desapareció… El mal nacido me dejo con esta golfa que ni recuerdo su nombre - en el fondo se escucharon unos golpes - ¿Quién diablos? Mierda!

- ¿Quién es?... Edward, ¿qué ocurre? - pegue mi oído más al celular y pude escuchar una pequeña discusión…

- Es la tipa, Tania, Fany, Katty, ESA, quiere entrar para ver si estoy bien…

- ¿Dónde diablos estás? ¿Qué es ese sonido? - en el fondo se escuchaba como si alguien estuviera… ¿jalando la palanca del retrete?

- Estoy en el baño de varones – ya podía imaginar a mi mejor amigo todo sonrojado al tener que estarse escondiendo de una mujer. Bueno, ya debería estarse acostumbrando, yo siempre supe que la belleza que tenía le traería problemas algún día…

- Bien, dame 20 minutos y estaré ahí… pero no permitas que entre al baño – me levanté de la cama lo más rápido que pude. A estas alturas debería dormir vestida así me ahorraría el hecho de tener que estarme cambiando en plena madrugada para ir al rescate de mis dos mejores amigos.

- Bella!, Te quiero!. Te debo una… - podía escuchar a Edward diciendo mil y una promesas al otro lado de la línea, mientras yo me sonrojaba cada vez más.

- Ya deja de decir estupideces – le dije mientras colgaba el teléfono.

Me terminé de vestir lo más rápido que pude, esperando que no me hicieran problema en la puerta por la forma en la que iba vestida. No tenía tiempo para arreglarme así que me había puesto unos jeans algo desgastados y una ramera azul ceñida a mi cuerpo, amarré mi cabello en una cola y me calcé mis converce negras - bueno algo era algo – dije mientras me observa al pasar por el gran espejo de mi sala…

Mientras me subía a mi Volvo S40, una de las pocas cosas junto a mi departamento de soltera que me hacían sentir orgullosa e importante. Encendí el motor mientras me preguntaba qué había hecho en mi otra vida para merecer esto. No es que me quejara pero vamos, sólo tengo 22 años pero pareciera que tuviera muchos más.

A estas alturas, se preguntarán quién soy. Pues bueno, me llamo Isabella Swan, Bella para los amigos y con sólo 22 años vengo trabajando en un importante bufet de abogados. Pensarán que soy del tipo de chica nerd que se pasa todo el tiempo estudiando para haber llegado a donde estoy y no se equivocan.

La verdad es que si tengo un poco de vida social es por el simple hecho de tener por mejores amigos a Edward Cullen, futuro heredero de las firmas Cullen, mi colega y para colmo: mi jefe, bufet que dicho sea de paso hoy se ha venido a convertir en el más importante bufet de abogados de todo New York y a Emmet Cullen, jugador profesional de las grandes ligas de la NBA y todo un rompecorazones.

Se preguntarán cómo encajo yo en este grupo. La verdad es que ni yo misma lo sé.

Nos conocemos desde el jardín de infantes. Yo siempre fui una niña debilucha y algo torpe, por eso era siempre el centro de burlas de los otros niños, hasta que un día los padres de Edward se mudaron de Canadá a New York, la ciudad donde vivía y fue ahí donde lo conocí…

Había estado toda la tarde llorando porque Sam (un niño estúpido y grandulón) me había quitado mi mochila, y no me la quería devolver. Los otros niños me habían rodeado y se estaban burlando de mí cuando yo trataba de alcanzar la mochila que colgaba sobre su cabeza. "Dámela por favor" le había dicho, pero al parecer, encontraban mucho más gracioso la forma en la que les rogaba que pararan con todo ese juego. Fue ahí donde lo escuche… "ya la escuchaste, devuélvele sus cosas", ese había sido Edward, no era mucho más grande que Sam pero por la forma en que lo miraba parecía que lo había intimidando. Momentos después Sam había intentado golpearlo, pero Edward fue mucho más ágil y lo tiro al suelo recuperando mis cosas y haciendo que Sam se fuera llorando a quejarse con la profesora.

El resto de niños se dispersaron, no sin antes dirigirle una mirada media asustada a Edward. "¿Estas bién?" me había dicho. Y fue ahí donde comencé a llorar con más fuerzas. Nunca otro niño se había preocupado por mí de esa manera. Él pensó que me había lastimado algo por lo que trató de levantarme y ver si tenía alguna herida, fue ahí donde llegó la profesora y lo comenzó a reprender pensando que él me había lastimado y no Sam…

Después de ese incidente fue que nos volvimos los mejores amigos, él se encargaba de protegerme de los otros niños y yo simplemente le hacía compañía.

A Emmet lo conocí ese mismo año, en sus vacaciones de verano. Él y Edward son primos hermanos y Emmet había ido a pasar ese verano en casa de sus tíos, ya que sus padres estaban teniendo una segunda luna de miel, o algo por el estilo. No me fue muy complicado congeniar con Em, así comencé a llamarlo desde ese día, ya que él era como un gran oso de peluche, tierno y demasiado grande para su edad.

Desde entonces hemos sido los mejores amigos. Emmet iba todos las vacaciones a visitarnos, hasta que sus padres lo dejaron terminar la secundaría en New York junto a nosotros. Tiempo después Edward y yo fuimos a la misma universidad a estudiar derecho y Em se dedicó a ser un basketbolista profesional.

Ambos son tan diferentes pero a la vez tan parecidos. Si tuviera que describirlos a ambos con una sola palabra, creo que la mejor sería: perfectos…

Edward es alto, de aproximadamente 1.80 m, de piel blanca, unos ojos verdes esmeraldas preciosos que hacen juego con su cabello color cobrizo y siempre anda como despeinado. Eso es algo que nunca ha podido cambiar desde que lo conozco, pero siendo sincera, le da más aire sexy, si eso es posible… Tiene los rasgos faciales perfectos, sinceramente él parece todo un Dios griego, y es capaz de dejarte sin aliento con sólo una sonrisa.

Mi gran oso favorito, esta por el 1.90 m, blanco como la leche. De ojos cafés y cabello marrón oscuro medio ondeado. A pesar del aspecto descomunal que se maneja, tiene la cara del niño más adorable y tentadora que puede haber existido en la faz de la tierra…

Ambos son tan perfectos que parecen salidos de la portada de una revista de modas.

Y ¿yo?, bueno, mido 1.60 m. Soy delgada, ojos marrones escondidos tras unas gafas cuadradas, cabello castaño medio ondeado el cual casi siempre llevo amarrado, de piel muy blanca y tan común y poco atractiva. La verdad no se cómo es que ellos nunca pensaron en alejarse de mí por el mal aspecto que debo tener al lado de ambos cuando salimos…

Recordar todas esas cosas me hacía sonreír en medio de mi solitario viaje ¿quién diría que ahora era yo la que tenía que ir en su rescate?. Muchas cosas habían cambiado, nosotros habíamos cambiado, pero lo que sabía que nunca cambiaría era nuestra amistad… ¿o no?.

¡Maldición! Llevo con 20 minutos de retraso.

Maldita luz roja, maldito policía de transito, maldita papeleta, maldito Edward…

- Si llego al club y encuentro a mi mejor amigo sano y salvo va ser un milagro, aunque pensándolo bien, no estaría mal que reciba un poco de su propia medicina de vez en cuando – dije esto mientras se escapaba por mi cara una sonrisa media perversa. Ya estaba por llegar, a lo lejos podía vislumbrar el escandaloso cartel del dichoso club.

Me estacioné frente al club, el lugar estaba atestado de gente esperando su turno para entrar.

Dios ahora cómo le hago para saltarme a esos dos monstruos.

Me acerqué a los securitys esperando poder convencerlos o comprar a alguno para que me dejaran entrar.

- Nombre – me dijo uno de ellos sin levantar la vista de la lista que sostenía.

- Bella Swan – dije dudando un poco, a diferencia de mis dos grandes amigos no era lo suficientemente conocida cómo para tener acceso libre a todos los clubs del país.

- Lo siento, no figura en la lista. Fórmese en la cola – dijo mientras me apartaba a un lado y reía de mis torpes esfuerzos por quererlo burlar.

- Pero… por favor es de vida o muerte… tengo que entrar – maldición ¿ahora tenía que rogar para entrar a un maldito club? ¡¿Yo? ¡Edward me las iba a pagar una por una…!

- Sí, sí señorita. Todos dicen lo mismo, le recomiendo que se forme en la cola, probablemente consiga entrar antes de que cierren el club – dijo esto logrando apartarme a un lado de la entrada.

- ¡Hey,! ¿Qué tanto alboroto? – dijo una mujer que por la forma en la que iba vestida supuse era la manager.

- Nada jefa, es sólo esa señorita que ya se estaba retirando – dijo uno de los guardias que estaba ayudando a su compañero. La mujer que era morena de una estatura mediana, tenía el cabello oscuro como la noche que le caía en risos sobre los hombros, era preciosa y emanaba un aire de poder a simple vista. No sabía porqué, pero se me hacía conocida.

- ¿Señorita Swan?... ¡Oh mi Dios!. Déjenla pasar, si el dueño se enterara... Oh, señorita, disculpe nuestra falta de atención – fue ahí donde la recordé. Denis, ella trabajaba para Tyler en uno de sus antiguos clubs, era una empleada destacada, su mano derecha y su confidente. Si Tyler no fuera tan mujeriego, creo que hubiese hecho a Denis su prometida, pero al igual que la mayoría de los hombres de mi vida, estos le tenían pánico al compromiso.

- No te preocupes, Denis – le dije mientras ésta respondía a mi saludo. Me escoltó dentro del local y vio lo preocupada que estaba.

- Disculpe nuestra falta de consideración, señorita, ellos son nuevos empleados, debe entender… ¿Hay algo en lo que le pueda servir, algo que desee beber? – decía mientras se desvivía por tratar de arreglar el error de sus subordinados.

- ¿Me podrías decir dónde están los servicios? – ¡genial pregunta Bella, sólo a ti se te podía ocurrir!, seguro debe estar pensando que se te zafó un tornillo.

- Sí, claro – dijo mientras me explicaba a donde ir.

- Gracias – y sin más me dirigí a donde me había indicado, no tenía tiempo para andar con rodeos o tratar de ser amable. Estaba retrasada y lo más probable es que Edward estuviera en problemas.

Estaba nerviosa y no sabía el porqué, llegué al baño de varones y la puerta se encontraba cerrada, tenía un mal presentimiento de lo que podría pasar y algo dentro de mí me decía que diera media vuelta y volviera por donde vine. Pero no podía dejar a Edward ahí, así que gire la perilla sin esperar ser invitada…

- ¿Edward?

- ¡Sal, déjame en paz!. Te dije que no quiero – escuche su voz seguida de unos golpes en una cabina al fondo del baño. Lo vi salir a rastras, tenía lápiz labial por toda su cara, mismo infructuoso intento de imitación a un payaso, llevaba la camisa toda desabrochada como si la hubiesen querido arrancar a la fuerza.

- Pero, amor, sé que te gusta… - dijo una voz que intentaba sonar sexy en vano, cuando la pude ver salir de ese baño.

Era realmente enorme y escalofriante, no tengo nada en contra de la gente tatuada pero lo de ella era una exageración, tenía tatuajes por todos lados y uno que otro piercing en la boca, nariz, cejas… ¡Oh, Dios!. Le daba un aspecto terrorífico.

¿Así que esa era la dichosa acosadora que adoraba a los gatos? ¿Edward esperaba que le hiciera frente a ESO?. Jaja, mi amigo sí que se había vuelto loco.

- ¡Edward! – lo llamé con voz llena de espanto, el aludido volteó a verme y por un momento juraría que sus ojos comenzaron a brillar de una manera especial. Una sonrisa torcida se le extendió por el rostro haciéndolo ver más divertido con todo ese maquillaje encima.

- Cariño, yo… - trató en vano de borrar la sonrisa estúpida que tenía en la cara, así que yo tuve que actuar por los dos. La tipa esa nos miraba de uno al otro no entendiendo lo que pasaba - Yo… ella… ella es sólo una conocida… - dijo sin saber qué mas decir.

- Ella es tu novia – ¡Oh, mi Dios!. Su voz era tan grave que por un momento juré que estaba tosiendo en vez de estar hablando – tú no dijiste que…

- ¿Cómo quieres que te dijera algo si no dejabas de besarme en ese lugar? – el estómago me dio un vuelco al imaginarme tremenda escena, juro que por un momento parecía que lo iba a estampar contra uno de los espejos de la pared, estaba realmente furiosa. ¡Dios, ayúdame!, si salgo viva de ésta, prometo no ayudar a este par de estúpidos a librarse de sus conquistas…

- ¡Tu amigo dijo que no tenías novia! - dijo mirándonos de manera acusadora de uno al otro… ¡Emmet, de esta no sales con vida, tú y tu tremenda bocota!.

- Edward Cullen, mueve tu culo en este preciso momento si no quieres quedar estéril durante el resto de tu vida – grité de la mejor manera que pude, tratando de ocultar el miedo que estaba comenzando a sentir. Edward comenzó a avanzar dando miradas furtivas a la tipa y luego a mí, para cuando llegó a mi lado…

- ¿A dónde crees que vas? – dijo la chica, y en cuatro zancadas ya estaba a nuestra altura.

- ¡Madre mía! – dijo Edward mientras se colocaba entre la tipa y yo de forma protectora. Sin pensarlo dos veces empujé a Edward a un lado y la encaré.

- ¿Qué parte de es mi novio no has entendido? – ¿esa fui yo?. Traté de avanzar hacia ella pero fue en vano.

¡No! Definitivamente algo malo va a pasar.

Edward me tenía fuertemente sujeta por los hombros. Vi dudar a Don Kinkon por un momento y aproveché a jugar mi papel de novia engañada

- ¡Y tú, suéltame! – dije mientras volteaba intentando golpear a Edward tratando de hacer lo más creíble todo este show.

De un momento a otro todo fue tan confuso, había tropezado con mis propios pies – Estúpida, Bella – esperando el momento en que me golpearía la cabeza instintivamente cerré mis ojos, pero nada, nunca alcancé el suelo. Me disponía a abrir los ojos cuando sentí dos fuertes brazos sosteniéndome por la cintura, poco a poco me fueron acercando a algo duro y cálido. Abrí los ojos y lo que vi no fue algo que esperara, estaba cara a cara frente a Edward, a sólo escasos centímetros de quién me había sostenido para no caer… sus preciosos ojos brillaban de una manera tan atrayente, cómo si pequeñas llamaradas de fuego brillaran en los profundo de ese mar de verde esmeralda que poco a poco me iban cautivando.

Sin pensarlo deje escapar un suspiro y fue ahí donde todo comenzó. El principio del final…

Edward se acercó lentamente cerrando sus ojos hasta juntar nuestros labios en un cálido y tierno beso – ¡Oh, Dios!. ¿Él esta haciendo lo que creo que está haciendo?... ¡maldición!, se siente tan bien…, tan correcto…, pero ¿qué estupideces dices Bella?… es tu mejor amigo… ¡REACCIONA!.

No sabía qué hacer, sus manos se movían por mi espalda dándome pequeñas caricias y quemándome la piel a su paso, sin pensarlo comencé a responder a sus besos. Una fuerte descarga eléctrica recorrió todo mi cuerpo hasta terminar en mi corazón, el cuál empezó a bombear más rápido. El beso se hacía cada vez más intenso e instintivamente llevé mis manos a sus cabellos mientras los trataba de enredar más, si eso fuera posible… ¡por Dios!,. ¿qué diablos estaba sintiendo?...sabía que en algún momento perdería el sentido por todas las cosas que estaba sintiendo. Después de unos minutos que para mí parecieron una eternidad nos separamos a falta de aire.

Tratar de analizar quién estaba más rojo sería imposible, ambos parecíamos salidos de una maratón, pero eso no llamó mi atención. Sus ojos reflejaban una confusión que terminó hiriéndome en lo más profundo de mi ser – ¿qué diablos fue eso?, ¿acaso estaba jugando conmigo? – traté de tranquilizarme, mis nervios estaban a punto de colapsar, así que me puse en pie y estaba dispuesta a alejarme lo más pronto de él - ¡Al diablo el rescate!- Cuando abrieron la puerta del baño.

- ¿Quién está ahí? – uno de los guardias había entrado a ver porqué la puerta estaba atrancada. Nos miró a cada uno, tratando de comprender el porqué de nuestra pequeña reunión – señoritas, estos urinarios son exclusivamente para uso masculino, les agradecería…

Ya no quise escuchar más, estaba muy enfadada: con Edward por jugar conmigo de esa manera, conmigo por haber correspondido al beso - ¡maldición!, sabía que algo iba a pasar hoy. ¿Y si las cosas cambiaban entre ambos? Fue sólo un beso pero… ¿todo eso que sentí?, ¿Qué diablos fue eso?.

Salí disparada de ese lugar dejando a un atontado Edward tras de mí y a una troglodita tratando de explicarle al guardia sabe Dios qué cosa. Estaba por alcanzar mi carro cuando lo escuche llamarme a voz en cuello.

- Bella… Bella por favor detente – gritó él.

Me apresuré a mi carro, no quería verlo, no quería pensar en lo que había pasado. Dejaría que pasaran algunos días y pensaría recién con calma, este momento no era el más indicado pues sentía que cada una de mis células me pedían a gritos que volviera a repetir lo que ocurrió en el baño.

Estaba tratando infructuosamente de abrir la puerta de mi carro pero no podía meter la llave en ésta ya que la mano me temblaba descontroladamente. Cuando lo sentí tras de mi…

- Déjame intentarlo – dijo esto tomando mi mano casualmente alcanzando las llaves.

No pude dejar de sentir esa extraña corriente que ya me estaba comenzando a volver loca, así que instintivamente retire mi mano cómo si la suya me quemara a fuego vivo. Él hizo caso omiso de mi reacción y me abrió la puerta para que pudiera subir, esperaba que tomara un taxi o algo, pero no, al parecer mi queridísimo Eddie quería torturarme durante un poco más de tiempo, así que se subió al asiento del copiloto. ¿Qué diablos estabas pensando?, ¿y ahora qué quiere?, debo parecer estúpida por la forma en la que estoy temblando… vamos Bella… fue tan solo un beso… el primer beso entre tú y tu mejor amigo… ¡EL PRIMERO Y EL ULTIMO, dirás!... estaba tan enfrascada en mis pensamientos que no escuché cuando este comenzó a llamarme…

- Si no quieres llevarme, no te preocupes – comenzó a decir mientras iba a bajarse del carro. ¡Maldición!, es tu amigo…

- Sí… es decir… no tengo problema en llevarte, después de todo, vine para eso ¿no? – le contesté sin ni siquiera mirarlo.

De camino a su departamento en el centro mismo de la ciudad, se podía palpar que el ambiente estaba tan tenso que podría haber cortado el aire con una navaja. Ninguno de los dos había dicho ni una sola palabra durante todo el viaje. Yo estaba tamborileando mis dedos en el timón preguntándome si todo esto había sido producto de mi imaginación o sólo una de las tantas bromas que mi queridísimo amigo me quiso gastar. Estaba en medio de una batalla campal en mi pequeño mundo imaginario cuando don perfección se digno a hablar…

- Bella, yo lo siento… - podía escuchar miedo y vacilación en su voz, cómo si temiera que en un momento a otro yo explotara, y no era para menos. Lo hubiese hecho si esas palabras no me hubieran tomado por sorpresa ¿así qué arrepintiéndose de lo que hizo?. Bueno, entonces ¿por qué me fastidia que se disculpe?. Tonta Bella, ¿acaso no era eso lo que querías?… volvió a callar antes de continuar – yo no quise, es decir… no sé qué me paso… sólo me deje llevar… tú estabas ahí. Te veías tan… diferente.

- ¿Diferente? – terminé escupiendo esas palabras, como si fueran un insulto – o sea de un momento a otro decidiste besarme porque me viste… ¿DIFERENTE?

- Yo, Bella… yo lo siento. Yo estaba confundido y ahora tengo miedo, no quiero que esto afecte nuestra amistad. Yo te quiero, Bella… eres mi mejor amiga

¡Maldición! ¿por qué tenía que agarrarme por ese lado?

Ese era el Edward que muy pocas personas conocían. Detrás de la máscara de mujeriego empedernido, se hallaba la persona más dulce, tierna, sensible, generosa, preocupada por los demás y única que conocía… esa persona que yo conocía mejor que nadie, porque conmigo nunca había máscaras.

Yo tampoco quería que las cosas cambiaran entre nosotros, pero sentía muy en el fondo que algo se había roto, algo estaba diferente y ahora mismo tenía miedo de averiguar qué era.

- Yo… yo no sé. Soy un idiota – dijo esto acabando de bajar su cara – entenderé si no me quieres volver a hablar…

- ¡Ya basta!… deja de decir estupideces – deje escapar un suspiro de frustración. Era probable que me llegara a arrepentir de lo que estaba a punto de decir, ¿pero qué daño haría?. Después de todo, nuestra amistad había soportado muchas cosas… ese beso perfecto y único, no acabaría con una amistad de tantos años, o ¿no? – olvidemos lo que pasó esta noche – ¡oh, Dios!. Yo había dicho esas palabras… me volteé a verlo, después de todo él había callado lo que estaba por decir y me pareció ver por un corto momento reflejado en sus ojos la decepción y tristeza. ¡Dios!, ahora estoy comenzando a alucinar despierta…

A los pocos minutos llegué a su departamento, él estuvo tentado a darme un beso en la mejilla, o sabe Dios dónde, pero al parecer se arrepintió y bajó del carro con un simple "Buenas noches, Bella".

Me quedé estacionada ahí con mi vista fija al asiento donde momentos atrás había estado él, no sabía qué pensar y qué hacer, por un lado mi cerebro no me dejaba de repetir ese perfecto beso y por el otro en lo único en que podía pensar en ese momento era en la cara de decepción de Edward. Decidí que había tenido demasiadas emociones por hoy, así que arranqué el carro sin mirar atrás, dejando tras de mí, mis pensamientos, mis dudas, mis temores, una estela de humo y a alguien tras una cortina observando…



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